Un largometraje sobre la juventud de los años sesenta a partir de un argumento original de Gabriel García Márquez.
El 1969 se estrenó en Ciudad de México la película Patsy, mi amor, una comedia dramática basada en un argumento original de Gabriel García Márquez. El escritor colombiano, cuya fama empezaba a crecer a raíz de la publicación de Cien años de soledad en 1967, sugirió a la casa productora una historia de amor imposible ambientada en la juventud de los años sesenta. Habría mucho rock, pantalones de botas anchas, pies descalzos, faldas de colores pasteles y fiestas interminables inundadas de tabaco y alcohol.
Se trató de un proyecto cinematográfico que había empezado varios años antes, en octubre de 1965, justo cuando García Márquez se encontraba escribiendo su célebre novela sobre Macondo y la familia Buendía. Tiempo de morir, una película escrita por Gabo, acababa de rodarse los Estudios Churubusco y el pueblo de Pátzcuaro, y su director, el mexicano Arturo Ripstein, sonaba como el candidato ideal para dirigir esta nueva historia. “Éxito en las exhibiciones privadas de Tiempo de morir. Rita, que pareció emocionada, te habrá contado”, le escribió Gabo a Carlos Fuentes en una carta fechada el 30 de octubre de 1965. “Yo veía ya el cine desde un punto muy lejano, hasta que Mercedes, muy compungida, me informó que al cabo de 400 cuartillas de novela estábamos debiendo 21 mil pesos. Me lancé, pues, a otra película con Arturo: «Patsy on the rocks o la vida licenciosa del joven escritor gótico Carlos Fuentes»”.
Cuatro meses después, en una carta fechada el 17 de febrero de 1966, García Márquez le contó al autor de La muerte de Artemio Cruz más detalles sobre el filme. “El guion está terminado, y para mi gusto es lo mejor que he escrito en mi vida, no solo para el cine sino para novela”, confesó. “Habrá, claro, problemas de producción: Patsy encuentra la felicidad en un cuarto de motel con un hombre estupendo del cual no sabrá nunca ni siquiera cómo se llama, y es la campeona de letras clásicas en la universidad porque estudia feliz después de haber hecho el amor desaforadamente, y ha estudiado desnuda, sin inhibiciones, en el cuartucho de 25 pesos la hora que ella y su amante llenan de cuadros y libros y que desmontan después de cada polvo para guardarlos en la cajuela del coche. Termina, al final, acostándose por mil pesos cada vez con un viudo triste y solitario que la persigue desde que ella tenía 13 años, y desde cuya oficina de la Torre Latinoamericana ella arrojó alguna vez, nomás por joder, quinientos mil pesos en billetes de diez que llovieron del cielo en San Juan de Letrán”.
En esta carta, García Márquez también habló de cómo tenía que ser el reparto de la película: “Patsy, a los 18 años, debe ser fascinante, pero además cambia de carácter según el tono de la luz, y cada vez que cambia de humor cambia también de ropa, de peinado y hasta del color de los ojos. El gran amor de su vida, un piloto de jet que se estrella con 93 pasajeros porque ella le negó un beso, es definitivamente un actor de 40 años que no existe en México. Patsy, por cierto, no sabe nunca que él se estrella y se encabrona porque él no vuelve a las citas. El viudo triste, por otra parte, o lo hace el duque de Alba o no lo hace nadie”.
Y mencionó, los problemas en la fotografía que traería la propuesta estética de un personaje que afecta su entorno con sus cambios de humor: “Patsy es, alternativamente, las cuatro estaciones según su estado de ánimo. El mundo cambia cuando ella cambia. Cuando pasea con sus amantes por el bosque en otoño, ha de llover si ella se pone triste, e inmediatamente ha de salir un sol espléndido si el hombre logra contentarla. Su casa está siempre en otoño. La casa del viudo triste, que es una vieja iglesia con vitrales, con un inmenso salón ajedrezado art Nouveau donde toman chocolate a las cinco, está siempre en invierno. El anfiteatro, con largas hileras de cadáveres blancos donde Patsy encuentra a otro de sus novios, estudiante de medicina (y donde se supone que hacen el amor), está siempre en verano. Cuando Patsy va concentrada por Madero en pleno mediodía, solo se oyen sus pasos. Si va distraída, el ruido es atronador. Una vez va muy triste y la muchedumbre lleva ropa de otoño. De pronto Patsy ve a alguien se alegra, estalla el sol y los transeúntes se transforman y visten ropa de playa. Si la cosa resulta, daremos por primera vez, completa y entrañable, a la Ciudad de México tal como es, y por consiguiente, a la región más transparente como tú la quieres”.
Al final, no fue Arturo Ripstein quien asumió la dirección de la película sino Manuel Michel, otro cineasta mexicano. Michel, además, reescribió el guion y solo mantuvo un primer tercio de la trama original planteada por García Márquez. El resultado fue un largometraje convencional de 94 minutos en el que Patsy, una joven liberal de familia adinerada, entabla un romance con un hombre casado que, tras acostarse varias veces con ella, le rompe el corazón. La película también se promocionó en otros lugares con el título de La entrega de una adolescente.
Pese a que no se tuvieron en cuenta las innovaciones técnicas y narrativas de Gabo, Patsy, mi amor conservó algo del encanto garciamarqueano y de los referentes culturales de la época. Hay afiches de Ringo Star y Bob Dylan, numerosas alusiones literarias (como poemas de San Juan de la Cruz y frases de Séneca), referencias a la obra de Luis Buñuel y comentarios sobre gitanos que pueden leer la suerte en las manos. La habitación de Patsy es quizá el lugar que le rindió más homenajes a García Márquez: adentro hay muchas rosas amarillas y allí también, en un día de fuertes aguaceros, la joven protagonista exclama: “¡Qué lata! Sigue lloviendo. ¡Parece Macondo!”.
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