Diez frases para aproximarse a los integrantes de la familia Buendía y su carácter en Cien años de soledad.
La literatura del siglo XX está llena de sagas familiares cuyos dramas y aventuras marcaron un hito entre sus lectores. Mario Puzo, autor de El Padrino, hizo de la familia Corleone una referencia cultural imprescindible para entender las costumbres al interior de la mafia italoamericana. William Faulkner, con la historia de los Compson en El ruido y la furia y la de los Bundren en Mientras agonizo, forjó el camino que lo conduciría hasta el Premio Nobel de Literatura en 1949. Veinte años antes, en 1929, ya le había ocurrido lo mismo a Thomas Mann con su novela Los Buddenbrook.
Gabriel García Márquez, otro escritor galardonado con el Nobel, también participó de esta tradición literaria. Su saga de la familia Buendía en Cien años de soledad dejó una huella tan honda en el imaginario popular de América Latina que hoy en día resulta imposible hablar de la cultura continental sin pasar por la obra del novelista colombiano.
Desde que salieron al mundo, los Buendía se han convertido en un espejo en el que se miran numerosas generaciones de lectores a través de los años. Sus dramas mediados por la nostalgia, las empresas descabelladas, el incesto o las supersticiones tocan las raíces más profundas de la identidad latinoamericana. A menudo sucede que un lector de Cien años de soledad encuentra en sus personajes un retrato de sus parientes cercanos: abuelos en José Arcadio Buendía y Úrsula Iguarán, hermanas en Rebeca, primos en los Aurelianos o tías en las Amarantas.
En el Centro Gabo hemos seleccionado diez frases que pronuncian los Buendía mientras crecen y se extinguen a través de la novela. Son frases que están cargadas con reflexiones sobre el amor, la alquimia, la muerte y el despilfarro. Las compartimos contigo:
Si has de volverte loco, vuélvete tú solo. Pero no trates de inculcar a los niños tus ideas de gitanos.
Úrsula Iguarán a su esposo José Arcadio Buendía luego de que él le dijera que la tierra era redonda como una naranja.
En el mundo están ocurriendo cosas increíbles. Ahí mismo, al otro lado del río hay toda clase de aparatos mágicos, mientras nosotros seguimos viviendo como los burros.
José Arcadio Buendía a Úrsula cuando descubrió que los inventos de Melquíades eran producto del desarrollo tecnológico del mundo exterior.
Uno no es de ninguna parte mientras no tenga un muerto bajo tierra.
José Arcadio Buendía a Úrsula, intentando persuadirla de dejar Macondo para buscar regiones más desarrolladas.
Es como un temblor de tierra.
Respuesta de José Arcadio a su hermano Aureliano cuando él le preguntó qué se sentía al vivir el mecanismo del amor.
Si no temes a Dios, témele a los metales.
José Arcadio Buendía a su hijo Aureliano durante los días en el que la materia comenzó a anunciar el regreso de Úrsula.
No te hagas ilusiones. Aunque me lleven al fin del mundo encontraré la manera de impedir que te cases, así tenga que matarte.
Amaranta a su hermana Rebeca en el momento de despedirse de ella. Había sido forzad0a a viajar para que estuviera lejos de la boda de su hermana que se iba a casar con el mismo hombre que ella amaba.
Tú eres de las que confunden el culo con las témporas.
Amaranta a Fernanda del Carpio, burlándose de su hábito de usar un eufemismo para designar cada cosa.
Fíjate qué simple es: dice que se está muriendo por mí, como si yo fuera un cólico miserere.
Remedios, la bella, cuando un joven comandante le declaró su amor.
Uno no se muere cuando debe, sino cuando puede.
El coronel Aureliano Buendía a Úrsula cuando ella le transmitió las preocupaciones del fantasma de José Arcadio Buendía ante la muerte de su hijo.
Apártense vacas que la vida es corta.
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