Cuento Gabo
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El cuento apocalíptico que Gabriel García Márquez narró y nunca escribió

“Algo muy grave va a suceder en este pueblo”, una historia que fue contada por el escritor colombiano durante un congreso en Venezuela.

Redacción Centro Gabo

Además de su reconocida trayectoria como novelista, Gabriel García Márquez fue un gran escritor de cuentos. Este fue un género que el autor colombiano cultivó durante toda su vida. Como resultado de este oficio continuo, la obra de Gabo consta de cuatro libros de relatos: Ojos de perro azul (compilación de sus primeros cuentos escritos para El Espectador), Los funerales de la Mamá Grande, La increíble y triste historia de la cándida Eréndira y de su abuela desalmada y Doce cuentos peregrinos. En cada uno de ellos se puede advertir la maestría de García Márquez para la narrativa breve.

Sin embargo, uno de los cuentos más célebres del escritor colombiano no figura en sus libros de cuentos. Se trata de “Algo muy grave va a suceder en este pueblo”, también conocido como “La idea que da vueltas”. García Márquez nunca lo escribió. No obstante, él mismo se encargó de compartir su relato a través de un medio completamente opuesto a la escritura: la oralidad.

Aquello sucedió el 7 de agosto de 1968 durante el XIII Congreso Internacional de Literatura Iberoamericana organizado en Venezuela por el Instituto Internacional de literatura Iberoamericana, la Universidad Central de Venezuela y la Comisión del Cuatricentenario de Caracas. El escritor Miguel Otero Silva había convocado una mesa redonda en el Ateneo de Caracas para debatir sobre la actualidad de la literatura latinoamericana. Al debate fueron invitados novelistas y críticos literarios. Entre los novelistas se encontraban Mario Vargas Llosa (que ese año había sido galardonado con el Premio Rómulo Gallegos por La casa verde), Gabriel García Márquez, Fernando Alegría, Adriano González y Arturo Uslar Pietri. Por su parte, el grupo de los críticos lo conformaban José María Casteller, Seymour Menton, Ángel Rama y Emir Rodríguez Monegal. García Márquez fue el segundo en hablar (el primero fue Vargas Llosa) y lo hizo desde su asiento, apenas con las fuerzas suficientes para luchar contra el pánico escénico.

En un diario sobre este evento, Rodríguez Monegal describió la incomodidad de García Márquez ante su auditorio: “Si Mario habló de pie frente al micrófono, lentamente y con una sabia técnica de profesor, Gabo habla como si estuviera en una mesa de café. Los nervios lo consumen. Antes de entrar en la sala se retorcía todo pensando qué iba a decir, me pidió que me sentara a su lado ‘para protegerlo’, quería irse porque no sabe hablar en público. Pero el calor del público y el tono de Mario lo han aquietado un poco. Se niega a hablar de pie, coge el micrófono de mano y se echa a hablar medio recostado contra la mesa: habla con todos como si hablara con uno solo y habla para contar una historia muy simple, la historia última que ha escrito y que será convertida pronto en una película”.

Esa historia es “Algo muy grave va a suceder en este pueblo”. Su argumento inspiró luego el guion de la película Presagio, dirigida por el cineasta español Luis Alcoriza, que fue estrenada en 1974.

“Les voy a contar la idea que me está dando vueltas en la cabeza hace ya varios años y sospecho que la tengo ya bastante redonda”, les dijo García Márquez a los asistentes del congreso. “Se las cuento ahora, porque seguramente cuando la escriba, no sé cuándo, ustedes la van a encontrar completamente distinta y podrán observar en qué forma evolucionó”.

En el Centro Gabo compartimos contigo este cuento oral del escritor colombiano:

 

Imagínense un pueblo muy pequeño donde hay una señora vieja que tiene dos hijos, uno de diecisiete y una hija menor de catorce. Está sirviéndoles el desayuno a sus hijos y se le advierte una expresión muy preocupada. Los hijos le preguntan qué le pasa y ella responde:

— No sé, pero he amanecido con el pensamiento de que algo muy grave va a suceder en este pueblo.

Ellos se ríen de ella, dicen que ésos son presentimientos de vieja, cosas que pasan. El hijo se va a jugar billar, y en el momento en que va a tirar una carambola sencillísima, el adversario le dice:

— Te apuesto un peso a que no la haces.

Todos se ríen. Él se ríe. Tira la carambola y no la hace. Paga su peso y todos le preguntan:

— ¿Qué pasó, si era una carambola tan sencilla?

Dice:

— Es cierto, pero me ha quedado la preocupación de una cosa que me dijo mi mamá esta mañana sobre algo grave que va a suceder en este pueblo.

Todos se ríen de él, y el que se ha ganado el peso regresa a su casa, donde está su mamá y una prima o una nieta o en fin, cualquier pariente. Feliz con su peso, dice:

— Le gané este peso a Dámaso en la forma más sencilla, porque es un tonto.

— ¿Y por qué es un tonto?

Dice:

— Hombre, porque no pudo hacer una carambola sencillísima estorbado por la preocupación de que su mamá amaneció hoy con la idea de que algo muy grave va a suceder en este pueblo.

Entonces le dice la mamá:

— No te burles de los presentimientos de los viejos, porque a veces salen.

La parienta lo oye y va a comprar carne. Ella le dice al carnicero:

— Véndame una libra de carne.

Y, en el momento que está cortando, agrega:

— Mejor véndame dos porque andan diciendo que algo grave va a pasar y lo mejor es estar preparado.

El carnicero despacha su carne y cuando llega otra señora a comprar una libra de carne, le dice:

— Lleve dos porque hasta aquí llega la gente diciendo que algo muy grave va a pasar, y se está preparando, y andan comprando cosas.

Entonces la vieja responde:

— Tengo varios hijos, mire, mejor deme cuatro libras.

Se lleva las cuatro libras y para no hacer largo el cuento, diré que el carnicero en media hora agota la carne, mata otra vaca, se vende toda y se va esparciendo el rumor. Llega el momento en que todo el mundo en el pueblo está esperando que pase algo. Se paralizan las actividades y de pronto, a las dos de la tarde, hace calor como siempre. Alguien dice:

— ¿Se han dado cuenta del calor que está haciendo?

— ¡Pero si en este pueblo siempre ha hecho calor!

(Tanto calor que es pueblo donde los músicos tenían instrumentos remendados con brea y tocaban siempre a la sombra porque si tocaban al sol se les caían a pedazos.)

— Sin embargo —dice uno—, nunca a esta hora ha hecho tanto calor.

— Pero a las dos de la tarde es cuando hay más calor.

— Sí, pero no tanto calor como ahora.

Al pueblo desierto, a la plaza desierta, baja de pronto un pajarito y se corre la voz:

— Hay un pajarito en la plaza.

Y viene todo el mundo espantado a ver el pajarito.

— Pero, señores, siempre ha habido pajaritos que bajan.

— Sí, pero nunca a esta hora.

Llega un momento de tal tensión para los habitantes del pueblo que todos están desesperados por irse y no tienen el valor de hacerlo.

— Yo sí soy muy macho —grita uno—. Yo me voy.

Agarra sus muebles, sus hijos, sus animales, los mete en una carreta y atraviesa la calle central donde está el pobre pueblo viéndolo. Hasta el momento en que dicen:

— Si éste se atreve, pues nosotros también nos vamos.

Y empiezan a desmantelar literalmente al pueblo. Se llevan las cosas, los animales, todo. Y uno de los últimos que abandona el pueblo dice:

— Que no venga la desgracia a caer sobre todo lo que queda de nuestra casa.

Y entonces incendia la casa y otros incendian también sus casas. Huyen en un tremendo y verdadero pánico, como en un éxodo de guerra, y en medio de ellos va la señora que tuvo el presagio, clamando:

— Yo lo dije, que algo muy grave iba a pasar y me dijeron que estaba loca.

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