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Dos buenas noticias (y dos malas) tras el informe de la MOE sobre agresividad en redes sociales

Tras la publicación del informe final sobre el uso de redes sociales en elecciones de la Misión de Observación Electoral (MOE), les contamos dos conclusiones alentadoras y otras dos que no lo son tanto.

Créditos: 
Misión de Observación Electoral
José Luis Peñarredonda

Durante elecciones, la intensidad de la intolerancia en redes sociales fue tan alta que alcanzó números similares a la conversación sobre el pasado Mundial de fútbol. Pero, al mismo tiempo, la deliberación democrática y la conversación en torno a los candidatos presidenciales no necesariamente terminó en agresiones e insultos.

Estas conclusiones, entre muchas otras, se extraen del informe final de la Misión de Observación Electoral (MOE) sobre el uso de redes sociales en las pasadas elecciones presidenciales, presentado en Bogotá. El informe se basó en casi 45 millones de publicaciones sobre las elecciones que hicieron los colombianos en redes sociales, y utilizó técnicas de análisis de conversación en redes sociales para entender qué dijeron los colombianos sobre el proceso electoral.

La MOE ya había presentado una primera versión de este informe en abril. Entonces, la organización concluyó que el 20% de los mensajes eran agresivos. En esta ocasión, la proporción bajó hasta el 10%, pues alrededor de 4,3 millones de mensajes tenían “intolerancia y agresividad”, según el comunicado de prensa.

¿Qué salió bien, y en qué se tiene que seguir mejorando?

 

La deliberación y el intercambio de ideas hacen que la conversación mejore

Aunque la campaña por la primera vuelta fue el período en el que más se presentaron mensajes de intolerancia, la proporción de éstos sobre el total bajó considerablemente, y solo el 6% de los mensajes fueron agresivos.

Para Fabián Hernández, investigador de la MOE, esto se explica porque el intercambio de ideas se vivió con mucha intensidad en ese lapso. Hubo muchos debates televisivos y apariciones de los candidatos en plaza pública, lo que hizo que las ideas y propuestas adquirieran protagonismo sobre las peleas e insultos. “La deliberación parece menguar la intolerancia”, dice.

En la segunda vuelta, cuando ya no hubo más debates, la discusión volvió a tornarse más agresiva, y el 13% de los mensajes tuvieron características de intolerancia. Pero la lección es clara: entre más se promueve el debate de ideas y la deliberación, la intolerancia y la agresión disminuyen.

 

Pero algunos seguidores de los candidatos son muy agresivos, aunque los candidatos no lo sean tanto

En la campaña por la primera vuelta, los candidatos firmaron un pacto por el respeto en el que se comprometieron, entre otras cosas, a “tratar a todas las personas con el mismo respeto que merece cada quien” y a “promover debates y conversaciones políticas basadas en la argumentación y las ideas fundados en el respeto mutuo”.

El balance de la MOE es que, en general, el pacto se cumplió y los candidatos le bajaron el tono a sus intervenciones públicas, pero sus seguidores no. “Lo que los candidatos no entendieron que no solo era dejar ellos de atacar a otros, sino que dejaran de incitar a la gente a que lo hiciera”, afirma Hernández.

Además, las pocas ocasiones en las que los candidatos cayeron en esas prácticas —emitieron 222 mensajes de intolerancia desde sus propias cuentas en redes sociales, según el estudio— tuvieron repercusiones amplias. “Los candidatos logran activar la conversación de intolerancia”, dice Hernández: sus seguidores amplifican la agresión y la multiplican, creando una especie de bola de nieve-

 

Los colombianos están reaccionando rápido frente a las mentiras

Esta vez, la MOE también hizo varios estudios de caso sobre contenidos mentirosos sobre los candidatos que fueron difundidos en redes sociales. La mala noticia es que hubo muchos casos para elegir, pero la buena noticia es que, en todos ellos, se vio un afán por desmentirlos y desacreditarlos dentro de las mismas redes.

“Las mentiras fueron desmentidas más rápidamente que en el plebiscito”, dice Hernández, refiriéndose a la campaña de 2016 en la que la desinformación se usó ampliamente para intentar cambiar el voto de los colombianos.

Esta vez, los datos de la MOE indican que los medios y los usuarios de redes sociales se han vuelto más desconfiados, y las verificaciones y desmentidos aparecen con relativa rapidez. En algunos casos en cuestión de horas, y en otros, en un período de entre tres y cinco días.

 

Pero, los usuarios que ven y comparten los bulos rara vez tienen acceso a los desmentidos

Los cinco estudios de caso sobre contenidos falsos que hizo la MOE tienen algo en común: en todos ellos la difusión del bulo se hizo más lenta luego de que se publicó la información verificada sobre cada uno de esos contenidos. Sin embargo, como dice Hernández, “los usuarios que viralizaron la mentira nunca supieron que era mentira; la comunidad que desmiente es muy distinta a la que viraliza”.

Esto es especialmente preocupante para los medios que se dedican exclusivamente a desmentir esta clase de contenidos, pues muestra que no solo es necesario hacer el ejercicio de obtener estos contenidos, investigarlos y desmentirlos, sino que es igualmente importante entender cómo se difunden para así intentar contrarrestar realmente la desinformación que ese contenido haya ayudado a crear.

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