La lectura pública que el escritor colombiano hizo del primer capítulo de Vivir para contarla.
El 8 de octubre de 2002 en Ciudad de México se publicaron por primera vez las memorias de Gabriel García Márquez, Vivir para contarla. Este libro, que venía gestándose desde hacía muchos años atrás, se convirtió en el más extenso del escritor colombiano, aunque allí solo narraba su vida desde su nacimiento hasta julio de 1955 (cuando apenas tenía 28 años), época en la que salió de su país natal rumbo a Europa como corresponsal del periódico El Espectador.
“La vida no es la que uno vivió, sino la que uno recuerda y cómo la recuerda para contarla” fue el epígrafe que García Márquez utilizó para empezar su relato autobiográfico. Con esa máxima pretendía advertir a los lectores sobre la carga imaginativa de una historia verdadera en la que la realidad se recreaba con las herramientas distinguidas de la literatura, de tal modo que algunas anécdotas podían ser invenciones de la memoria. En América Latina, donde se vendió la cifra récord de un millón de ejemplares en tres semanas, algunas personas se acercaron Vivir para contarla como si se tratara de una novela que invadía los terrenos del género de la biografía.
Gerald Martin, el biógrafo oficial del premio nobel de literatura colombiano, menciona que hasta poco antes de su publicación, el título de las memorias de García Márquez había sido “Vivir para contarlo”. Así (“Vivir para contarlo”) se titulaba el borrador que Gabo leyó en 1996 en la Universidad de Guadalajara, acaso una de las versiones más tempranas de lo que luego sería el primer capítulo de su libro.
En el Centro Gabo compartimos contigo esta lectura pública en la que García Márquez cuenta un acontecimiento providencial en su formación como escritor: el día en que su madre lo busca para pedirle que la acompañe a vender la casa de los abuelos en Aracataca.
Este texto que Gabo leyó durante cincuenta y tres minutos posee algunas diferencias con el que se publicaría seis años después, bajo la edición cuidadosa de su hijo Gonzalo García Barcha y escritores como William Ospina. En primer lugar, García Márquez se extiende sobre su relación con su abuelo materno, el coronel Nicolás Márquez, en especial la historia de cómo él lo llevó a conocer el mar. En segundo lugar, hay una amplia reflexión sobre la masacre de las bananeras que sería narrada de forma resumida en el libro de 2002.
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