Truman Capote
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Truman Capote en 5 apuntes de Gabriel García Márquez

Cinco reflexiones de García Márquez sobre el célebre escritor y periodista estadounidense.

Redacción Centro Gabo

En noviembre de 1970, durante una entrevista concedida a la revista Triunfo, Gabriel García Márquez aseguró que después de El otoño del patriarca no volvería escribir novelas, ya que destinaría todos sus esfuerzos narrativos a producir cuentos y reportajes novelados. “Un poco a la manera de lo que ha hecho Truman Capote, pero menos preparado y efectista”, dijo.

Aunque el tiempo demostró que no hablaba en serio con respecto a las novelas (después de El otoño del patriarca publicó cinco novelas más), la promesa de relatar cuentos y reportajes se cumplió al pie de la letra. Y en ellos, mezclado con el legado de otros escritores y periodistas, estaba la técnica de Truman Capote. García Márquez admiraba al autor estadounidense desde que leyó en 1950 una traducción al español de “Miriam”, uno de los primeros cuentos de Capote, y se enteró que aquel joven rebelde de Nueva Orleans se consideraba discípulo de William Faulkner y Marcel Proust.

García Márquez también apreciaba al Capote que se desempeñó como guionista de cine, hasta el punto de dedicarle varios elogios en su columna “El cine en Bogotá. Estrenos de la semana” que publicó casi a diario en El Espectador entre 1954 y 1955. Por ejemplo, los diálogos de Stazione Termini, que Capote escribió para Vittorio de Sica, Gabo los describió como “prodigiosos” y los de La burla del diablo, que Capote hizo para John Huston, los llamó “más inteligentes que ingeniosos, un poco a lo Bernard Shaw”.

En el Centro Gabo hemos reunido cinco apuntes de Gabriel García Márquez sobre Truman Capote. Los compartimos contigo:

 

1. Discípulo de Proust y Faulkner

 

Las dos únicas cosas que acerca de la personalidad literaria de Truman Capote conozco en concreto, son ya suficientes para colocarme a la expectativa de su obra. La primera de ellas es su propia declaración de que sus autores predilectos son Marcel Proust y William Faulkner. La segunda es su cuento «Miriam».

 

“Un cuento de Truman Capote”.

El Heraldo, 4 de mayo de 1950.

 

2. A sangre fría, merecido best seller

 

En los Estados Unidos, que es el paraíso de los escritores de éxito, por cada autor que se vuelve rico de la noche a la mañana con la lotería de las ediciones de bolsillo, hay centenares de escritores aceptables condenados a cadena perpetua bajo la gota helada del diez por ciento. El último caso espectacular de enriquecimiento con causa en los Estados Unidos es el del novelista Truman Capote con su libro In Cold Blood [A sangre fría], que en las primeras semanas le produjo medio millón de dólares en regalías y una cantidad similar por los derechos para el cine.

 

“Desventuras de un escritor de libros”.

El Espectador, 7 de agosto de 1966.

 

3. Irrealidad demasiado humana

 

No sé por qué ese extraordinario, alucinante personaje que se llama Miriam, en el cuento de Truman Capote, me recuerda a Jennie, la poética creación de Robert Nathan, otro interesante compatriota de Faulkner y Steinbeck. No quiero decir que Truman Capote haya realizado una inteligente labor de piratería sobre la hermosa novela de Nathan. Lo que me parece muy semejante en ambos en ese clima poético -casi angélico, casi completamente diabólico- en que mueven a su protagonista joven: una misteriosa niña de sueños, casi inasiblemente real, casi visiblemente abstracta e inconcreta. Realismo de lo irreal, pudiéramos decir. O más exactamente: Irrealidad demasiado humana.

 

“Un cuento de Truman Capote”.

El Heraldo, 4 de mayo de 1950.

 

4. El guionista inteligente

 

La burla del diablo no tiene puesto dentro de la obra general de John Huston. Es una película hecha entre compadres, como pasatiempo entre farra y farra, y todo está impregnado de ese estilo disolvente y burlón que sin duda tiene la conversación de Huston y sus compañeros, cuando comentan una película de Hollywood. La burla ha sido maravillosamente complementada con diálogos del joven novelista norteamericano Truman Capote, quien realizó un trabajo endemoniadamente eficaz, con diálogos más inteligentes que ingeniosos, un poco a lo Bernard Shaw.

 

“La burla del diablo”.

El Espectador, 17 de julio de 1954.

 

5. Un cuento magistral

 

Sin lugar a dudas, «Miriam» de Truman Capote es un cuento sencillamente magistral. Uno de los relatos cortos más lleno de alucinaciones, de hermosa locura que haya leído alguna vez. La lección de Faulkner ha sido extraordinariamente aprovechada y estoy seguro de que, a pesar de que Capote no lo ha mencionado entre sus autores favoritos, también la sombría y angustiosa lección de Kafka, inevitable en una sensibilidad como la que manifiesta el «niño pródigo de la literatura norteamericana». Si no me atrevo a decir que «Miriam» es un cuento genial, es por algunos aspectos que no me satisfacen completamente desde el punto de vista técnico. «No lo corta a tiempo», me dijo ayer un inteligente amigo. Y eso es verdad porque, en «Miriam», el mismo autor sacrificó en parte la densidad de su obra, para prolongarnos en cinco o seis pulgadas el placer de seguirlo leyendo.

 

“Un cuento de Truman Capote”.

El Heraldo, 4 de mayo de 1950.

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